sábado, 24 de octubre de 2015

La ideología de género, la mayor ofensiva mundial contra la familia conferencia de pekin



EL ÚLTIMO BASTIÓN DE LA LIBERTAD HUMANA

La ideología de género, la mayor ofensiva mundial contra la familia


La guía recién publicada por el Gobierno del PP abrazando la llamada 'ideología de género' confirma el empeño de las élites internacionales de imponer esta amenaza mortal a la familia.
Carlos Esteban


Miércoles, 21. Octubre 2015 - 23:45



Gracias a la guía recientemente publicada por el Gobierno, a través de su orwelliano Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales Sociales e Igualdad, 'Abrazar la diversidad: propuestas para una educación libre de acoso homofóbico y transfóbico', he acabado de confirmar dos extremos que ya conocía: que he sido educado -como todos, me apresuro a añadir- en el sexismo y la homofobia, y que la derecha oficial no es más que una izquierda lenta y timorata, aún más nihilista que la izquierda oficial porque ni siquiera inventa sus propios disparates. Y, por supuesto, sin que nadie desde la izquierda agradezca sus patéticos esfuerzos por imitar su progresismo. De hecho, todas las 'entidades colaboradoras' en la guía de marras son sólidamente partidarias de ideologías a la izquierda del PSOE.

En cuanto a lo primero, no se alarmen: no se trata de que maltrate a mujer alguna, propia o ajena, ni de que injurie a homosexual alguno por su orientación sexual; es solo que advierto que el hombre y la mujer -los dos únicos sexos que existen en biología- son (afortunadamente) diferentes y que la homosexualidad defina a la persona hasta el punto de constituir una 'identidad'. Eso basta y sobra para calificarme de sexista y homófobo, dos palabras de nuevo cuño que no tienen otra pretensión que evitar la reflexión y tapar bocas.

El carro al que se ha subido precipitadamente el Gobierno del PP con esta guía e iniciativas por el estilo, la llamada 'ideología de género', es el más vasto y grave intento internacional de destruir la familia como base de la sociedad y dejar así al individuo inerme ante un omnipresente y omnímodo Estado Providencia.


La Conferencia de Pekín

La ideología de género parte de la premisa de que los dos sexos -masculino y femenino- son meras 'construcciones culturales' y que lo que existe en realidad sin la imposición de un mítico 'Patriarcado' es un continuo amorfo cuya definición concreta corresponde al arbitrio de cada individuo. Hasta cierto punto es una derivación del feminismo, el llamado 'feminismo de género', que el psicólogo y popularizador científico canadiense Steven Pinker define como "una doctrina empírica comprometida con tres tesis sobre la naturaleza humana. La primera es que las diferencias entre hombres y mujeres no tienen nada que ver con la biología sino que son construcciones sociales por completo. La segunda es que los seres humanos poseen una única motivación social -el poder- y que la vida social solo puede entenderse en términos de cómo se ejerce. La tercera es que las interacciones humanas surgen no de las motivaciones individuales de la gente en su trato mutuo, sino de las motivaciones de grupos en relación con otros grupos, en este caso, el género masculino dominando al género femenino".

Naturalmente, una teoría tan ajena a la experiencia diaria continuada de la gente y a la historia toda de la humanidad requiere un esfuerzo enorme para implantarse, pero la empresa cuenta ya con veinte años y tiene animando a las élites culturales y a los gobiernos ni más ni menos que a la propia Organización de las Naciones Unidas.

Hace veinte años, la ONU llevó a cabo la Conferencia de Pekín sobre la Mujer, y su punto clave fue la definición de "género", palabra que aparece en casi todas las plataformas de la conferencia en más de 300 secciones. Si hasta entonces las palabras "sexo" y "género" se habían empleado más o menos indistintamente, el objetivo de Pekín era que cambiar radicalmente la definición de ambas.

La ideología de género dejó el 'sexo' reducido a su mínimo biológico, y en todo lo demás sustituyó la palabra por 'género', que haría referencia a papeles arbitrariamente asignados socialmente y perfectamente alterables a voluntad. Según esta ideología, las diferencias entre hombres no solo pueden, sino que deben ser eliminados para que hombres y mujeres participen en cualquier actividad social en números estadísticamente idénticos.

Hay un problema. Bueno, hay muchísimos, pero uno bastante obvio: la maternidad. El embarazo, el parto y el especial apego de la madre hacia su hijo y su deseo de implicarse lo más posible en su crianza son un obstáculo para esa perfecta igualdad, y debe ser desanimada en lo posible.

Suecia, campo de pruebas

Si el esfuerzo de la ONU en Pekín ha tenido o no éxito apenas hay que preguntárselo. Cada vez son más los países que aceptan llamar 'matrimonio' a las uniones de personas del mismo sexo o que alientan la fantasía de que un hombre puede convertirse en mujer en un quirófano y aún sin intervención médica alguna, meramente mediante un registro. Hasta hemos visto en el Senado norteamericano algunos legisladores defendiendo la práctica de Planned Parenthood de vender órganos de fetos viables.

Por supuesto, las bases racionales de esta ideología son tan frágiles y absurdas como usted estará sin duda pensando. Si los hombres se comportan como hombres obligados por condicionamientos sociales, ¿cómo sabemos que se están comportando 'como hombres' en primer lugar? ¿Comparado con qué criterio anterior a la cultura? ¿De dónde sale esa misteriosa 'cultura' que, aún más misteriosamente, no guarda relación con su base material, la realidad biológica?Simplemente tener que mantener un falsedad tan obvia es un esfuerzo enorme, tanto que los Estados y nuestos mandarines culturales no dejan de dedicarles enormes recursos y una vigilante atención a los detalles.

Si es necesario destruir siglos de tradición garantista en el derecho occidental minando la presunción de inocencia o la no discriminación, como hace la Ley de Violencia de Género aprobada por el Gobierno Zapatero y celosamente mantenida por el actual, pues se destruye sin pestañear. O se inventa un pronombre personal no marcado por el género -'hen-, ni él ni ella, como han llegado a hacer en Suecia.